Se quedó recostada en el sofá, mirando el recuadro de cielo que se dejaba ver, mientras la lluvia rellenaba los silencios golpeando las hojas del rosal.
Sabía que a él no le gustaba que se quedase así, callada, ausente, pero no podía evitarlo. Quizá demasiado tiempo encerrada en la comodidad de su mundo le había hecho adoptarlo como segunda lengua.
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